viernes, 1 de junio de 2012

Ni nietos ni hijos del '68


Los chicos del 132 no necesariamente son nietos o hijos del 68. No requieren ni piden el consejo de los antiguos estudiantes del movimiento del 68. (Esperemos que no terminen como muchos de ellos: empresarios, académicos, asesores de políticos que tanto han dañado al país o renegado de aquellos que fueron, echando mierda a su pasado, claro, siempre con honrosas excepciones.) Estos chicos son vanguardia impredecible, fresca, vital, clasemediera, sin ideología per se. Y lo comparto.

Tan no son nietos o hijos del 68, que ya Paco Ignacio Taibo II tuvo un deslinde con ellos cuando le dijeron al oído, en la marcha de Tlatelolco, que, por favor, no partidice el 132 (revista Emeequis). El escritor reaccionó con su temperamento verbal y corporal, y dijo: “¡Tú no me vas a decir lo que debo decir!” (A ellos tampoco, agregaría). Si algo están mostrando las redes sociales es que todos podemos opinar y participar, individual o colectivamente. Los del 132 vienen de ahí. Les vale equivocarse. No tienen el culto a la personalidad de antaño. Mejor andar con ellos. Aprendamos con su ruta.

Tampoco necesitan consejos de Enrique Krauze, que en twiter sugirió que los 132 organicen un partido político, que podría gobernar el país, en 2018. Porque despista —como pasó con Javier Sicilia— un movimiento absolutamente libre, rebelde desde y por las redes sociales. Vienen del aire y van a su aire. Queríamos jóvenes propositivos. ¡Ya los tenemos! Dejemos que crezcan y se topen con su experiencia. Al país le urge un movimiento político y cultural diferente, de abajo hacia arriba.

No sé qué diría Carlos Monsiváis si estuviera aquí. No fue fan de las redes sociales. No las usaba. Pero con su percepción, más necesaria que la inteligencia, estaría cronicando a los chicos del 132 que han transformado las conversaciones en cafés, comidas o el ámbito familiar. Los políticos están nerviosos. Los intelectuales, también. Menos mal. Ellos, los 132, serán cruciales para el ganador de la presidencia y la cultura del país. Nadie debería cometer el error de pretender usarlos.

No veo a Elena Poniatowska hacer este libro. No lo necesita después de La noche de Tlatelolco. Tampoco veo a especialistas en medios. Llegan tarde al análisis. Es una pena la orfandad de una pluma para describir esta realidad. (De autores más atraídos por la madre que le extirpó los ojos a su hijo con argumentos ajenos a la razón.) Me encantaría la crónica de Juan Villoro que, por ejemplo, escribió —finalmente— una obra teatral de primera: El filósofo declara. Con esa sagacidad para pensar podría cronicar los sucesos de hoy. A México le urge un Lipovetsky en esta “era del vacío” en punto cero.

Coda
Grata sorpresa ver que, después de la fallida Muerte parcial, Juan Villoro es un dramaturgo excepcional con su nueva obra. Su filósofo entrañable —con diálogos geniales— da para muchas secuelas donde asesinar filosóficamente nadie lo recrimina. Bien por los actores pero lástima de dirección.

1 comentario:

  1. Juan Villoro ya se perfila como la pluma y la voz de muchos de muchos de nosotros. En el cumpleaños de Elena Poniatowska número 80, Juan demostró una inteligencia fuera de serie con su brillante participación. Su nuevo libro: ¿Hay vida en la tierra? Es muy bueno.

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