jueves, 22 de agosto de 2013

Teatro en casas

Las vanguardias siempre surgen escondidas, agazapadas en la clandestinidad, hasta que alguien las descubre y se oficializan. Si hay algo que el teatro mexicano no ha perdido es tradición, renovación y ruptura, con estéticas revitalizadoras en dramaturgia, dirección y estilos de actuación. Las crisis económicas, la falta de mayores apoyos institucionales y  la ausencia de liderazgo en las escuelas de teatro han provocado que los teatreros se revelen y continúen sus propuestas escénicas en otros espacios.
Crear es un impulso, no un asunto de programación, algo que difícilmente comprenden los funcionarios. Los grupos teatrales no dejan de trabajar frente a la inercia oficial. Si Antonieta Rivas Mercado fue mecenas del teatro Ulises —que proyectó lo mejor de la vanguardia nacional y universal—, hoy los directores y dramaturgos trabajan en departamentos, casas, estudios de pintores o espacios alternativos para seguir creando. Como el poema de Octavio Paz en Piedra de sol: “adonde yo soy tú somos nosotros”. Como una roca, el teatro colectivo despierta y se apoya en su individualidad.
Apenas se ha bosquejado la historia del teatro en espacios alternativos donde pueden caber 20 a 50 personas dispuestas a ver, creer la vida a través de los actores. Gratis, por cooperación voluntaria, con copa o entradas, en la complicidad del arte, espectadores y artistas hacen su mundo al margen de lo institucional, toda vez que la vida oficial es rebasada por los creadores, más allá de una beca, un presupuesto para el montaje, la espera de un espacio teatral y los magros salarios a los realizadores. La emergencia de hacer teatro es más vital que la burocracia cultural. Lo que habla bien del teatro y mal de las instituciones.
Juan José Gurrola hacía teatro en sus departamentos o espacios no teatrales, donde se pudiera. Con él vimos a una Carlota y un Maximiliano peleándose con Juárez por la nación. Hoy, apenas recién pude ver Drenaje. Un paisaje, escrita y dirigida por José Alberto Gallardo, en el taller del pintor Guillermo Arreola. Inspirado quizá en Diane Arbus y Helmut Newton ante sus musas, confrontando sus puntos de vista sobre la creación, la demolición de las ideas y la desaparición de conceptos per se. Bataille en estado de ebriedad. Dos mujeres: Brenda Marsella y Michelle Ferrer en un teatro clandestino que se niega a desaparecer cuando nos descubre al individuo. O espacios como Carretera 45 con obras como Umbilical, de Richard Viqueira, con la actriz Valentina Garibay: Meyerhold, Stalivnaski y Grotowsky peleando por los actores de hoy en una reinvención del teatro. Gallardo y Viqueira son los vanguardistas de hoy, junto a otros que desconocemos.
La oferta privada es ya generalizada. Directores como Sandra Félix, Rodrigo Mendoza —en lo que fuera el salón de ensayos del maestro Héctor Mendoza—, Hugo Wirth, Antonio Zúñiga, David Gaitán… El futuro del teatro, asegurado con creadores dispuestos a partirse la madre, gratis, sin grandes apoyos institucionales. 

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