viernes, 21 de marzo de 2014

Paz, Garro y Bona

Leí Letras Libres y me encantó que Guillermo Sheridan publica un adelanto del ensayo sobre la vida amorosa de Octavio Paz, Elena Garro y Bona de Pisis. Al final del texto leí: “Epílogo a un ensayo sobre las cartas de Octavio Paz a Elena Garro, de próxima publicación”.  Publiqué feliz y entusiasmado en el Facebook y el Twitter: “Por fin se publican las cartas de Paz sobre Elena Garro...” El mismo día Sheridan me aclaró que era un error y reconocía que efectivamente, por la redacción, podía pensarse que las cartas de la Garro irían junto con el ensayo. Pues no. Uno se pregunta por qué.

Imposible un centenario de Paz sin su vida con Elena Garro, en el periodo de gran creatividad del poeta y el crecimiento de ella como gran escritora. Sé de las cartas porque alguna vez me las dio un primo de Helena Paz, con la intención de publicarlas en un libro.

—Debemos tener el permiso de ambas partes, los herederos de Octavio Paz y los de Elena Garro —Dije.
—Imposible: Helena Paz Garro quiere que se den a conocer. Pero la otra parte, no— Respondió.
—Sin las dos firmas de consentimiento, imposible —contesté.

Las cartas originales ya no están en México. La hija de Paz y Garro las vendió a un particular, aunque los derechos de publicación siguen siendo de los herederos.

¿Por qué son importantes esas cartas? Porque en ellas, la palabra de Paz es la de un enamorado. O como escribe ahora en Letras Libres Guillermo Sheridan que, al escribir Paz un ensayo de López Velarde, veladamente estaba escribiendo su propia autobiografía en torno a Elena Garro. Así como el poeta de Jerez amaba a Fuensanta y Margarita Quijano, Paz contaba subrepticiamente su historia con Elena y Bona de Pisis, su amante parisina posterior al divorcio con la Garro.

El caso de Bona de Pisis lo contó Angélica Abelleyra en Se busca un alma, retrato biográfico de Francisco Toledo: ella era pareja de Pieyre de Mandiargues, amante de Octavio Paz, primero, y después del artista juchiteco en sus años en París. Razón por la cual Paz nunca escribió una línea de Toledo: el poeta los presentó. Este reportero apenas pudo sacarle unas líneas en entrevista:
—En París me entusiasmó su aparición. Tuvo algo de milagroso en el mundo de aquellos años. Su pintura me gusta mucho… Yo creo que los muralistas, sobre todo Diego Rivera, tenían una comprensión intelectual, pero no profunda ni emocional como la que tuvo Tamayo. En el caso de Toledo son más visibles la extrema modernidad y la extrema antigüedad de Toledo… En él se mezclan sus intereses por las artes primitivas de otras culturas, no solo de la mexicana… Temo decir una banalidad. Preferiría escribir algo y no dar opiniones de tipo periodístico… Es un temperamento de una gran originalidad.

No existe biografía total si no se une el rompecabezas, viendo al poeta como el ser sensible, en sus aciertos y errores humanos, y en sus enormes hallazgos literarios, producto de una vida plena, al final, con Marie José Paz.


Esperemos los libros del Centenario de Paz.

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