viernes, 27 de julio de 2012

La niña Tania Libertad


Tania Libertad no deja de recordar a la niña que lleva dentro. Hija de una familia de siete hombres, la cuidaban como la niña de sus ojos. De raza negra y brasileña, mestiza de india y español, peruana de Zaña, creció en Chiclayo. De su padre —un guardia civil que nunca reprimió estudiantes, guitarrista y cantante— heredó la música. “¡Canta con sentimiento!”, le decía su progenitor. Y la niña, de apenas año y medio, salía a la calle y se agarraba la falda de los extremos y cantaba: “Aquilayaaa, aquilayaaa…”. Esa fue su primera canción.
Su padre se robó a su madre, de 14 años de edad. Su madre hubiera tenido 16 hijos. Pero las enfermedades gastrointestinales o infecciones terribles en los pueblos perdidos del Perú hacían imposible la vida. Fue en un hospital donde su madre trabajaba de enfermera que la niña pudo alimentarse mejor que sus hermanos. Era la niña que cantaba. Era la niña privilegiada que, en medio de la austeridad, mandaron a un colegio laico, eso sí, porque su padre era ateo. Un día de las madres la vistieron de bailarina española y la pusieron a cantar: “Me dejaron de herencia mis padres, además de la luna y el sool, un vestido cuajao de lunaares, que conmigo todo el mundo corrioó…”. La tararea con esa voz inconfundible que la llevó a los confines del mundo.
A los siete años de edad ya ganaba concursos en la radio del Perú y hacía giras por las haciendas azucareras de la provincia. Cantaba con famosos y la anunciaban como “La voz de oro de Chiclayo, la niña precoz, Tania Libertad”. No siempre le pagaban pues los empresarios huían con la lana. Ella nunca se quejó de privaciones por vivir en un barrio marginal sin agua ni baño interior, porque tenía luz y una radio donde escuchaba las canciones que aprendía para su repertorio. Amaba la radio, a pesar de que le tocaba cargar el agua, con un palito en los hombros y dos baldes al lado, para los quehaceres de la casa. Aquella niña creció y se hizo cantante profesional, rompiendo con la televisión comercial de su patria, negándose a cantar en el Festival de la OTI, radicalizando su postura contra la opresión, convirtiéndose en una cantante que, desde niña, conoció la represión a estudiantes, a las huelgas, la muerte de un tuberculoso.
Nadie pensaría que esa cantante es, de profesión, ingeniera pesquera. “De cantante no vas a vivir”, decía su padre. Estudios que nunca ejerció. Vivió su adolescencia bajo la represión machista de  padre y hermanos. Empezó su canto de protesta, influida por Mercedes Sosa, Alfredo Zitarrosa y Atahualpa Yupanqui, hasta Chabuca Granda y las canciones de Pablo Milanés y Silvio Rodríguez. Se hizo una cantante testimonial. Poco antes de los 24 años Tania se libera del yugo familiar. No es metáfora: jura que la encerraban bajo llave. Un día tomó valor y le lanzó el plato de sopa a su hermano y salió corriendo de su casa. Corrió y corrió y corrió…
Es la Tania Libertad que el mundo conoce y que cumple 50 años de cantante.

Coda
Aunque claro: Marilyn Monroe cumple 50 años de su partida.

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