Ir cada año a la Feria Internacional del Libro de Frankfurt es encontrar a lo más granado de la industria editorial del mundo en diversos idiomas: autores, editores, libreros, agentes literarios, distribuidores, directores generales de otras ferias en el planeta y, hasta el final, los lectores de libros. Cinco edificios de dos a cuatro niveles atascados de gente: de 150 a 300 mil visitantes. El número de países representados es de no menos de cien. Literatura para todo gusto: de lo serio a lo mórbido, del prestigio a la basura, del fracaso al best seller, del autor de moda al clásico antiguo o contemporáneo. Si un editor no ha ido una vez en su vida, seguro entiende menos de su oficio.
Frankfurt es la meca del libro: ahí donde se manejan millones de dólares para la contratación de obras de cualquier lugar de la Tierra, donde se han llevado batallas dignas de contarse: del papiro al papel, y de ahí a la pantalla de lectura o el libro electrónico. Batallas que no terminan, un suceso poco estudiado a pesar de lo escrito en redes sociales o libros impresos. Un mundo editorial que se ha venido transformando: la industria del libro no es lo que fue y no sabemos aún hacia dónde irá los próximos años. Frankfurt sigue allí a pesar de que podemos adquirir derechos de autor simplemente con un correo electrónico sin necesidad de ir a la feria. Pero nadie quiere perderse el glamour de estar presente en el encuentro. Hay en la ciudad alemana un aire de fiesta, nostalgia y misterio.
Este año será especial: dos gigantes de los derechos de autor, Carmen Balcells y Andrew Wylie, llegarán a Frankfurt fusionados como agentes literarios con el nombre de Balcells & Wylie. No tenía ni dos meses que “El Chacal” —como le llaman en la industria editorial— había dicho que nunca tendría los derechos de autor de Gabriel García Márquez porque la relación de la familia con Balcells era “afectiva”. Todo tiene un precio y ahora Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa y un largo etcétera son de ambos. Suman trece premios Nobel en la nómina de más de un millar de autores. Ella es la dueña del mundo en castellano, y él en el anglosajón: las puertas del futuro, en sus manos.
Fue en los años noventa cuando se vieron por primera vez en Frankfurt para intentar llegar a un acuerdo. Salieron rayos y centellas de aquel encuentro. Hoy, ante las amenazas del libro digital, con los otros gigantes del libro electrónico —Amazon, Google y Apple—, la fusión es la mejor manera para contrarrestar la lucha por el libro. Un acontecimiento que tuvo poca difusión en México: el país donde el agente literario no ha podido lograr absolutamente nada por el autor. Por eso se explica el éxito de escritores que, con agente externo, funcionan en el candelero: Ángeles Mastretta, Laura Esquivel, Jorge Volpi… No muchos más.
México sigue siendo marginal en esta industria, y la literatura sigue siendo nacional. Gulp.
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