viernes, 24 de agosto de 2012

Herencias post mortem



1. Le dije a la reportera de espectáculos:
—Vienes por el escándalo, no por la historia de Chavela.
Aquel 7 de agosto, la cantante recibía un homenaje de cuerpo presente en el Palacio de Bellas Artes. La familia de la artista se aprestaba —también— a propiciar el escándalo, y dar la “nota de color”. Una nonagenaria que le dio la vuelta al mundo con las canciones de José Alfredo Jiménez era un suculento plato para pensar en la inmensa fortuna que dejó, al menos con las regalías de sus discos…
La periodista me sonrió. Me dijo: “Cómo eres…”. Y prosiguió su tarea.
¿A quién beneficiamos con ese tipo de material informativo? Chavela Vargas cruzó la línea del tiempo y se sobrepuso a la tragedia. De aquella imagen con Frida Kahlo, acostadas en el jardín, sonriendo a carcajadas, sabíamos que era un ser que decidió ser huérfana y vivir en consecuencia. La familia es la que formó en su camino en busca de la libertad. ¿Es tan difícil de comprender? Ella eligió la complicidad de María Cortina para morir poco a poco sus últimos años. Aquella familia que la vio nacer quedó atrás. Hoy sólo quieren algo de esa fama, y lo que dejó la cantante.
2. A María Félix su familia la sacó de su tumba para corroborar si había sido envenenada aquel 8 de abril de 2002. En realidad, disputaban la herencia que la actriz decidió al dejar sus bienes al chofer recomendado de Ernesto Alonso. Decisión inconcebible a los ojos de la sangre que reclama sangre (y dinero). Meses duraron sus huesos fuera de la tumba. Nadie se dignó dar la orden para volver a encriptarla. Su rostro apareció en la revista Alarma!, al lado de las momias de Guanajuato. La belleza corroída. La familia se dio de topes al descubrir el forense que la artista sólo murió en soledad con la gente que la atendió sus últimos años. Y desaparecieron del espectáculo.
3. En palabras de Ernesto Alonso, “fue Dios quien quiso que tuviera a Diego y Lupita”. Hijos adoptados en los años sesenta, cuando las noticias del espectáculo nada tenían que ver con la vida privada. Niños recogidos por Ángel Fernández, pareja sentimental del “Señor Telenovela”. Niños que fallecieron mayores en situaciones adversas pero dejaron dos hijas, Mary y Julia, mismas que aun ahora no han podido recoger la herencia que les dejó Ernesto Alonso porque la madre —que llegó a la casa de Ernesto y Ángel como empleada doméstica—, se quedó con la herencia,  y ahora pelea a Televisa los derechos de autor de las telenovelas de don Ernesto. ¿También Dios quiso que así sucediera? “Ay, ay, ay, ay, que la vida es un carnaval…”, cantaba Celia Cruz.
Conclusión: no cabe duda que la vida tiene sus revanchas. Heredar es muy fácil. Hacer una vida pública, no. Y lograr reconocimiento, menos. Es algo que nunca entenderán los herederos. Es un asunto que mal hemos investigado los periodistas. Las vidas de Chavela Vargas, María Félix y Ernesto Alonso —sume las que usted guste— son asuntos que aun están por descubrirse.

Coda
Y el periodismo del espectáculo, en pañales.

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