1. Le dije a la reportera de espectáculos:
—Vienes por el escándalo, no por la historia de
Chavela.
Aquel 7 de agosto, la cantante recibía un
homenaje de cuerpo presente en el Palacio de Bellas Artes. La familia de la
artista se aprestaba —también— a propiciar el escándalo, y dar la “nota de
color”. Una nonagenaria que le dio la vuelta al mundo con las canciones de José
Alfredo Jiménez era un suculento plato para pensar en la inmensa fortuna que
dejó, al menos con las regalías de sus discos…
La periodista me sonrió. Me dijo: “Cómo eres…”. Y
prosiguió su tarea.
¿A quién beneficiamos con ese tipo de material
informativo? Chavela Vargas cruzó la línea del tiempo y se sobrepuso a la
tragedia. De aquella imagen con Frida Kahlo, acostadas en el jardín, sonriendo
a carcajadas, sabíamos que era un ser que decidió ser huérfana y vivir en
consecuencia. La familia es la que formó en su camino en busca de la libertad.
¿Es tan difícil de comprender? Ella eligió la complicidad de María Cortina para
morir poco a poco sus últimos años. Aquella familia que la vio nacer quedó
atrás. Hoy sólo quieren algo de esa fama, y lo que dejó la cantante.
3. En palabras de Ernesto Alonso, “fue Dios
quien quiso que tuviera a Diego y Lupita”. Hijos adoptados en los años sesenta,
cuando las noticias del espectáculo nada tenían que ver con la vida privada. Niños
recogidos por Ángel Fernández, pareja sentimental del “Señor Telenovela”. Niños
que fallecieron mayores en situaciones adversas pero dejaron dos hijas, Mary y
Julia, mismas que aun ahora no han podido recoger la herencia que les dejó
Ernesto Alonso porque la madre —que llegó a la casa de Ernesto y Ángel como
empleada doméstica—, se quedó con la herencia, y ahora pelea a Televisa los derechos de autor
de las telenovelas de don Ernesto. ¿También Dios quiso que así sucediera? “Ay,
ay, ay, ay, que la vida es un carnaval…”, cantaba Celia Cruz.
Conclusión: no cabe duda que la vida tiene sus
revanchas. Heredar es muy fácil. Hacer una vida pública, no. Y lograr
reconocimiento, menos. Es algo que nunca entenderán los herederos. Es un asunto
que mal hemos investigado los periodistas. Las vidas de Chavela Vargas, María
Félix y Ernesto Alonso —sume las que usted guste— son asuntos que aun están por
descubrirse.
Coda
Y el periodismo del espectáculo, en pañales.
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