viernes, 1 de agosto de 2014

Dramaturgos o directores: el dilema

¿Hay mejores dramaturgos que ayer? ¿Existen directores a la altura de los de antaño? ¿Ha cambiado el panorama teatral en los últimos años? Vayamos a respuesta por pregunta.

1. Comparando con autores fallecidos —pero vivos en la escena—, quedan Emilio Carballido, Rodolfo Usigli, Óscar Liera y Víctor Hugo Rascón Banda. Difícilmente vemos puestas en escena de Sergio Magaña (de mis preferidos) o Hugo Argüelles. Y lo que resulte de actualidad, puede cambiar los próximos años.El teatro es una recuperación necesaria del pasado para observar el presente y renovarnos. De los vivos, la solidez de autores como Sabina Berman, David Olguín, Ximena Escalante, Hugo Salcedo, Luis Mario Moncada y Elena Guiochins son referencia indispensable en el repertorio del panorama nacional. Lo que no quita que hacen ruido escritores como Édgar Chías, Alejandro Ricaño, Martín Zapata, Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio (Legom) y Bárbara Colio, entre otros. Lo que falta es tiempo y espacio para analizar si son mejores que los primeros.

2. Pareciera que el teatro mexicano es, hoy, más sólido en la escenificación que en la dramaturgia. He visto últimamente puestas en escena de Martín Acosta (Autorretrato en sepia, escrita por Legom), José Alberto Gallardo (Lo que soñé ese día que me quedé dormido bajo el puente, la perturbadora pieza de Antonio Zúñiga que impidió la autocensura), Richard Viqueira (Carnada, un fallido Shakespeare a la mexicana, de Bárbara Colio —la única a la que la Compañía Nacional de Teatro le ha montado dos obras). Hay más, pero estos autores son la nueva camada de creadores que ocupa espacios de la UNAM, el INBA, el Helénico y la Compañía Nacional de Teatro. No es poco. Martín es un director con trayectoria impecable, y es mejor su puesta que el texto, un inenarrable ego del dramaturgo a la espera de un riñón y todos los premios, tal como leímos de la obra, complaciente a la magnificencia del autor. Entre José Alberto Gallardo y Richard Viqueira se encuentran dos de los mejores directores de las nuevas generaciones —el tercero sería sin duda Alberto Villarreal—. El primero, con la obra de Zúñiga, es el nuevo y vanguardista Julio Castillo: la poesía se adhiere en cada uno de sus montajes. Y el segundo, rebelde, confrontador e irreverente, es sin más la encarnación de Juan José Gurrola. Los dos, además, escriben: más sólido el primero que el segundo.

3. El teatro ha cambiado. Adiós a Héctor Mendoza, Julio Castillo y Juan José Gurrola, leyendas vivas. Bienvenida siempre la sabiduría de Luis de Tavira, más preocupado por la CNT que por su propia dirección teatral y que, sin embargo, nos dio lección magistral con la obra de Brecht, El círculo de tiza. Consolidado es Mauricio Jiménez, lejos del DF y próximo a las provincias de la República Mexicana, o José Caballero, pulcritud en la dirección. Y la sorpresa de un Enrique Singer con las escenificaciones de Los baños y Réquiem (si dejara la vida de funcionario sería un gran director).

Hay más, pero siempre nos rebasa el espacio.

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