¿Qué esperan las autoridades para llevar a
Bellas Artes Las cartas de Frida, la ópera de toilette
de Marcela Rodríguez dirigida por Jesusa Rodríguez y Clarissa Malheiros? Sería
el acontecimiento de la temporada, el hito del teatro que estamos esperando. El
éxito sería arrollador. Van mis impresiones.
El teatro no necesita de un museo o galería para
crear una instalación. El teatro ha sido siempre arte contemporáneo. Jesusa
Rodríguez lo sabe desde aquella ópera de Mozart y Da Ponte, Don Giovanni,
convertida en “Donna Giovanni”. Con plena madurez regresa al género —junto con
Clarissa Malheiros—, al brindarnos una Frida Kahlo sin estereotipos, desde los
huesos, los nervios, las arterias, los músculos y sus cinco sentidos. Frida
revivificada en su arte: sus pinturas, cartas, pensamientos e ideas sobre el
mundo.
No es la puesta de o sobre
Frida Kahlo. Es la pintora desde sí misma, desde un vestido colgado del techo
del teatro Sor Juana Inés de la
Cruz , mientras una mujer con los pies en la tierra cuelga de
dos cuerdas. Cielo e infierno. Poesía en movimiento donde el papel —cortado,
rasgado, apretujado, ultrajado—, es protagonista y Frida al servicio de la
devastación de una vida en su luz más nítida. El baño de la artista es la
escenografía, la tina que inspiró la pintura “Lo que el agua me ha dado”. La música electrizante de Marcela
Rodríguez —dirigida por Christian Gohmer e interpretada con nueve concertistas
del Ensamble de música contemporánea, Tempus Fugit—, es el abismo al que los
espectadores sucumben al embrujo de la ópera donde la soprano, Catalina Pereda,
nos transporta a la voz de la artista con la tentación de existir.
Es fuerza reír y llorar, abandonarse a razonamientos
y emociones que evocan —no la imitación de algunas obras de la pintora—, sino la recreación, vivificación que realizan en la
puesta en escena, con el papel en blanco metamorfoseado con los cuerpos de los
actores, con la música que interpreta la sensibilidad de una creadora a flor de
piel. Los que dicen admirar el arte contemporáneo deberían ver este montaje
asombroso que en Alemania provocó reacciones positivas, sin indiferencia.
Teatro digno de estar en el MoMa, en vivo, más allá de una simple caja de
zapatos o la presencia congelada de una Marina Abramovic. Los artistas
plásticos deberían saber que a los instaladores de hoy les falta la poesía —y el
drama—, de esta pieza.
La interpretación que se hace de Frida es con
sus cartas, sí, pero Jesusa Rodríguez, Clarissa Malheiros y Marcela Rodríguez van
más lejos, sin traicionar a la artista personificada en Catalina Pereda con
gran aliento, una voz que cautiva y taladra la conciencia del más desorientado.
El arte redime: es el ave Fénix que rejuvenece hasta a un alma vieja.
Jesusa Rodríguez renace con este montaje,
después de su adhesión a la política. Bravo, maestra.
Coda
Raquel Tibol recopiló, por años, las cartas de
Frida. Les dio su lugar en la historia. No le dieron un solo crédito en el
montaje de Jesusa. Una injusticia.
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