De un peso que se gasta para la producción de un libro, el porcentaje en la elaboración del mismo es el siguiente: entre 23 y 26% es infraestructura de la editorial, de donde salen costos para impresión, prensa y marketing. Entre 45 y 50% va directo para la distribución. El 8 y 12% son derechos de autor. Y el resto, aproximadamente un 12%, son las posibles ganancias de los productores, los hacedores de la industria editorial.
No existen en México datos exactos de la venta directa de libros en los canales de distribución, a excepción de Sanborns. O sea: los distribuidores pueden vender el libro o no y nadie puede exigir pago inmediato. Recuperar ese dinero lleva hasta nueve meses para cobro. Las imprentas y librerías son los primeros ganadores en este negocio: cobran su trabajo en un plazo no mayor de 90 días y las segundas tienen esos nueve meses para liquidar la venta de un libro...O ninguno.
Los precios del libro suben hasta siete veces su costo o más, de cara al público, si son nacionales. Lo mismo si son extranjeros porque las exigencias de un libro importado ante Hacienda, permisos de ingreso al país y demás cuestiones administrativas no toman en cuenta que un libro es cultura. Es negocio, como vender medicinas o muebles. Es el lector el que paga los costos. Si un libro costó en producción 24 pesos, pues vale alrededor de 148. O mejor: a peso por página, como viene sucediendo. Los extranjeros, si en sus países de origen cuestan, digamos, 100 pesos, aquí se disparan hasta en 700.
La vida de un libro puede durar como novedad no más de tres meses en exhibición. O sea: se vende en esas fechas o simplemente regresa a la bodega a pudrirse como un fracaso editorial más. Si alguien quiere conocer a fondo el fracaso de la industria editorial le aconsejo visitar sus bodegas, o ir a las ventas de saldos o a las librerías de viejo: ahí se encontrarán libros con precios de hasta cinco pesos cuando llegaron a costar más de cien.
Para que la industria editorial no resulte un fiasco con todo lo anterior, los grandes grupos trasnacionales tienen que producir entre 80 y 300 libros nacionales, más la venta de los importados, que pueden sumar una cantidad similar. Todo a nivel anual. Lo importante es facturar: sumar una nómina alta para que al final los costos reditúen. Y conste: la mayoría de las veces, no pasa ese ideal, salvo que entre a la nómina de libros el bestseller que ese mes salvará las ventas.
No me gusta culpar al TLC o al comercio editorial de lo que sucede en la industria del libro. El problema es multifactorial. Pero el humano ocupa sin duda una parte importante para que la industria crezca o sea un desastre. Se necesita enjundia para que un libro sea exitoso. Parte del editor al vendedor o colocador de libros, al distribuidor, a la prensa y al marketing. No importa siquiera que muchos de esos libros estén mal escritos: esa es la neta.
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