viernes, 16 de noviembre de 2012

Einstein en Bellas Artes


1. ¿Y ahora qué harán los críticos de Alfredo Bryce Echenique; omitirán que acaba de publicar una novela que roba a la sirvienta el título, Dándole pena a la tristeza? Es verdad que el autor irrita con sus declaraciones pero, ficcionista de su propia realidad, ya lo hace personaje literario. El escándalo cobra visos de cuento o novela. No gustó mi punto de vista publicado aquí por asumir que el autor merece el premio de la FIL de Guadalajara. Sigo pensando que es un premio bien dado (aunque debió declinar a tan vergonzoso sigilo). El asunto de los plagios pertenece a los tribunales del Perú y sus demandantes. Y un agregado: para los académicos los escritores nunca han sido serios en nada, mientras no respeten las notas al pie de página que se requieran. La seriedad de la academia nada tiene que ver con la locura escritural. Y ya, me callo. Me aburre el tema y puedo caer en autoplagio al repetirme como el resto con sus argumentos.
2. Adriana Malvido tiene, mínimo, tres libros sólidos para merecer un Premio Nacional de Periodismo, por trayectoria: Nahui Olin, la mujer del sol, El joven Orozco. Cartas de amor a una niña y Los náufragos de San Blas. Más de treinta años de compartir su labor en el periodismo. Publicará en breve un libro esclarecedor de la cultura maya, La reina roja de Palenque. Debería existir un Nacional de Periodismo por trayectoria en periodismo. Porque Adriana Malvido lo que ha realizado en unomásuno, La Jornada y ahora Milenio es serio, investigado, bien escrito. No fue gratuito el gusto en el gremio periodístico por que la hayan distinguido en el género de entrevista: iba más allá de eso, sin duda. México necesita, le urge, reporteros de cultura de esa calidad. Un lujo ser su amigo y hermano.
3. No me perdí el montaje operístico en Bellas Artes de Einstein on the beach, dirección de Robert Wilson y música de Philip Glass. Una chulada minimalista de antropología teatral (es de 1976). Un hito de la escena que regresa como nuevo porque el público lo hace de hoy, vital, aunque cansado (dura cinco horas). Mares de tinta teórica sobre la historia del montaje. Ecos de Meyerhold y la supermarioneta del actor, reminiscencias a la pintura de Edward Hooper, entre otros; se le compara con Brecht (pero exageran). Un montaje donde el uso —y abuso— del tiempo es fundamental para compenetrarse en el summum del arte escénico. Y de cierto esnobismo, sin duda (no todos entienden: no hay nada que entender). Un experimento operístico que provocó adeptos e influencias (Gurrola y De Tavira, en algún momento). Fue tal la trascendencia de la pieza que terminó en trilogía (Satyagraha, una de ellas). Había venido en 1999, con Persephone, al Festival Internacional Cervantino (me aburrió). Innegable capacidad lumínica y arquitectura visual sin límites que posee el artista plástico —eso es— Robert Wilson. Y Glass, bueno, es Glass. Creadores de ayer y hoy.

Coda
La reunión de intelectuales con Enrique Peña Nieto causó más desasosiego que tranquilidad al medio cultural. A esperar el humo blanco.

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