Nuevo sexenio. Tiempo de recordar los modos de
hacer teatro en México. Pensar en los errores. Ver de qué manera mejoramos la
escena patrocinada por el Estado y universidades.
Si no cambiamos los modos de producción teatral
por parte del Estado —y de la
Universidad —, menos saldremos del bache que vivimos. Los
modos de producción son vitales para el resurgimiento de un teatro para esas
minorías que van a las salas a la espera de mejores espectáculos. El Estado
como productor debiera garantizar resultados óptimos, por lo menos desde el
punto de vista artístico.
El Estado tiene una política estatutaria, legal,
sobre lo que quiere de la cultura y sus hacedores, pero es imprecisa, débil,
vaga. Las reglas de comportamiento ético se quiebran, se tergiversan, se
nulifica el profesionalismo y se cae en amiguismos. Es necesario acotar esos
comportamientos. El teatro se convierte en un pretexto para la obtención de un
salario al director, dramaturgo, actor, escenógrafo (se pasan la estafeta
administrativa, se deben favores). Cómplices unos con otros. No hay plan
artístico. No hay programación profesional, solo intención de sobrevivir. El
verdadero arte, el que se rebela, no está de ese lado del mundo. Es por lo
anterior que el teatro comercial avanza, mientras que el estatal, el
universitario, se estancan.
Sería injusto no impulsar una ética de la profesión
teniendo en cuenta cómo el arte del teatro —ese espejo que lo sostiene, el
público— ha crecido en los últimos años. Hacer teatro cuesta mucho. Ah, pero si
el Estado ayuda, las cosas podrían cambiar. Hay formas de subvención. Hay
becas. Hay promoción —y sobre todo, programación—. Hay todo un aparato para la
creación teatral. Pero cuidado: sea un éxito o un fracaso la escenificación,
tenga público o no, buena o mala crítica, irremediablemente, el gobierno en
turno abandona la empresa de servicio público porque el sistema político
mexicano entiende que la difusión del buen teatro nada tiene que ver con las
ganancias económicas. Y si las hay, pareciera que no le importan. ¿Se puede
cerrar una empresa cuando gana? Eso ha pasado muchas veces en el teatro del
Estado y universitario. Eso es lo que tendría que cambiar en México, ya.
Los espacios públicos de teatro —universitarios
y del Estado— tendrían que ser ejemplares: oportunidad a las jóvenes
generaciones para sus montajes y textos dramatúrgicos. Espacios que han sido
semillero de nuevas propuestas teatrales. Ha salido de ahí gente talentosa y de
enorme trascendencia en el teatro actual. Que no se pierda ese impulso depende
de una política persistente para que, a través de los años, veamos los nuevos
éxitos del teatro mexicano. Se nos olvida, pero del teatro salen los creativos
para el cine y la televisión. No se puede matar al origen…
Y desde luego construir más salas de teatro.
Coda
Cumplí un año fuera de las editoriales. Es hora
de decir lo que pienso de esa industria tan alicaída y a punto de reconvertirse
por la era digital.
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