Si fuera Bryce Echenique —con un vodka tonic
para alcanzar la serenidad que no logro sobrio— repasaría los errores cometidos
en mi literatura para entender por qué me insultan con palabras duras y
ofensivas por el Premio Literario de la FIL Guadalajara. No
me defendería de nada. Agradecería al jurado la distinción pero rechazaría el
premio, por concedérseme en mi casa, como apestado, para que no me griten hasta
las piedras si lo hacemos en plena Feria. Quizás eso salve parte del estropicio
por los plagios de que me acusan. No haría más. Esperaría el purgatorio
literario. El resto sería silencio.
Pero no. Ardió el pan en el horno. Ni quisieron saber
nada de los que creen en mi obra (110, menos un arrepentido). Académicos,
intelectuales, escritores de otros países (aunque no sean del centralista DF).
Acarreados les dijeron por firmar a mi favor. No sabía que a los que piensan se
les puede manipular así nomás. Algo tendrá mi obra para merecer las
distinciones que ha tenido en otras partes del mundo, no solo en el México tan
parecido al Perú: vivir con la cabeza enterrada a la tierra sin ver el resto del
universo (Paz dixit).
Si fuera Bryce Echenique escribiría cómo la
historia de un premio se convirtió en ficción. Un cuento largo o novela donde
el escritor es el diablo contra esa sociedad que se dice civilizada. Donde las
masas nunca se equivocan (es escarnio). Buenos o malos, punto. La Comedia
de Alighieri como inspiración. Los libros como mentiras de la realidad. Yo,
protagonista de la hoguera de vanidades, y un reportero que investigue sobre 30
textos plagiados por un escritor: Bryce Echenique. Un relato fantástico que no
salve a los autores de sus rencores y debilidades, aunque sepamos escribir bien
bonito (¡a la Inquisición !).
Pero como no soy Bryce Echenique, él aceptó el cheque
de manos de Dulce María Zúñiga —que debe la reseña del evento privado para
concluir esta ficción sobre un mundo intelectual decadente y moralista que
adorna con pureza de palabras y no dimensiona el desprestigio que han logrado
las letras y sus protagonistas.
Bryce recibió un dardo envenenado. Lo que
importa poco para efectos del purgatorio literario. Será anécdota en lustros (la
lista de plagiarios es enorme, ponga a su preferido. Me vale si creen que lo
justifico). Si su literatura sobrevive, como los años de Un mundo para Julius, La vida exagerada de Martín Romaña o La amigdalitis de Tarzán, sus detractores ya
no lo verán vivito y coleando. El diablo que fue es un alma que regresa a las
letras. Suele pasar con escritores de calibre.
Bien por los escritores que al menos tienen un
libro que casi llega a la década —o ya la cumplieron—, y llevaron la contraria
a los improperios hacia el apestado: Xavier Velasco con Diablo guardián, Guillermo Fadanelli con Lodo, Jorge Volpi con En
busca de Klingsor. Creo que eso puede dar una idea para otro texto de
lo sucedido en el entuerto.
Coda
¿Quién escribirá la historia del puritanismo en
los escritores?
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