Escribió el 26 de agosto en Facebook: “Dime
cualquier cosa y yo te daré una frase de Nietzsche para probarla”.
Era filósofo, editor y periodista. Un erudito del
lenguaje y la escritura. Es personaje literario en la novela de Javier Marías Negra
espalda del tiempo. Juan Villoro creía que era un personaje de ficción,
pero no: cuando lo conoció, descubrió que por una década el susodicho tenía
contacto epistolar con el autor español de Corazón tan blanco.
Una tarde de lluvia, el 11 de junio, escribió
sobre su muro, del “sorprendente poder temporal de nuestra existencia”. El seis
de junio había adquirido las Obras completas de la poeta Emily
Dickinson. Al parecer le dio tiempo de traducir toda su poesía, que años atrás había
empezado. Hay muchos poemas en Facebook. Un ejemplo:
En esta
breve vida
Que
dura solo una hora
Cuánto
—y qué poco—
Está en
nuestras manos.
También deja una novela cuya idea central
definió en una frase: “El tiempo huye, pero se queda”.
Si uno revisa su muro en Facebook de 2012 hacia
acá, quizá hubiéramos advertido que lindaba en lo que Stefan Zweig llama “esa
magnífica y peligrosa levadura del alma” que, en una crisis, puede incendiarnos
hasta aventarnos al suicidio.
Era un alma solitaria. El 24 de octubre de 2012
escribió: “Una buena forma de hacer un catálogo general de la estupidez en el
mundo contemporáneo sería monitorear y registrar todas las conversaciones que, en
este preciso momento, ocurre en los diferentes Starbucks del mundo. Yo, al
menos, estoy en silencio”.
El 15 de marzo compartió un fragmento de su
novela: “Y esa noche, mientras miraba consumirse el cirio de mi Primera
Comunión y tocaba sus gotas de parafina líquida, pensé que me gustaría ser como
él y lograr que mi vida, en su permanente e irrefrenable proceso de extinción,
en su constante perdida de inocencia, generara también alguna forma de calor,
algún tipo de luz”.
Le gustaban Schubert y Liszt (tenía todas sus obras).
Escribía de David Lynch, Tarkovski y Herzog: era cinéfilo. Le publicamos en la
extinta revista Equis, Cultura y Sociedad. Dejó algunos textos en
los suplementos Confabulario y Laberinto. Traducía
del inglés y francés, y entendía perfectamente el alemán. No tuvo oportunidad
de ser más conocido. La cerrazón de algunos medios y revistas es patente. Enrique
Krauze, a quien admiraba, le escribió una dedicatoria: “A Rafael Muñoz, compañero
querido de travesía intelectual”.
Todavía quiso arrancar un viejo proyecto de
revista: 1900. Editor en serio, no de membrete, en la editorial Océano,
la Enciclopedia Británica o Televisa. Su Libro de valores vendió
medio millón de ejemplares. En el poema 997 de Dickinson, comentó: “la
degradación vital es mucho más sutil e insidiosa”. Tenía un Iphone 5…
Vivía con su madre Margarita en el 171 de
Avenida México. Tres días antes de la caída, escribió: “¿Alguien conoce o tiene
influencia en el IMSS? URGE”. Fui el primero en responder. Pensé que era por su
madre. Ni siquiera le llamé... Su prima Macarena Muñoz fue quien avisó de su
muerte, vía Facebook, la madrugada del martes ocho. Pedía a sus amigos no
llamar porque la señora desconocía la partida. En el anuncio se advierte que preparó
su velorio…
Es la única nota necrológica, hasta hoy. Se fue
a los 169 años del nacimiento de Nietszche.
Cierto así era Rafa, una mente brillante y un corazón pródigo de gentileza, un hombre cálido de impecable sentido del humor.
ResponderEliminarGracias por estas palabras sobre Rafael, que fue mi compañero de primaria en el Colegio Madrid. Era muy sabio, cierto, lo cual es muy raro en alguien tan joven, y también muy solitario. Adiós Rafa, no te vamos a olvidar. Claudia G.
ResponderEliminardÓNDE estaba yo cuando Rafa estaba alli lidiando cone sos demonios, en fin hoy que sé ya no está ene ste plano, hoy hoy a unos días de su aniversario, de su cumpleaños, la impermanencia me sorprende y voy reuniendo los pedazos, agradezco por esta nota... un abrazo
ResponderEliminar