viernes, 4 de octubre de 2013

Palabras como balas

La mejor vanguardia no es la novedad sino el reciclaje inteligente y transgresor. Sin imitar a Grotowsky o Artaud, solo reinterpretarlos. Cuando uno ve dramaturgia, dirección, escenografía y actuaciones como un bloque compacto, el teatro resurge con una fuerza avasalladora. Eso vimos en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón de la UNAM —¡ya era hora de un montaje así!—. Alberto Villarreal es un director y dramaturgo de lucidez impecable. Vea usted la descripción de su última autoría:
Inicio al revés: en el escenario, el público; en las butacas, los actores. Escenografía de Alejandro Luna, cómplice de las nuevas generaciones, él: más joven y revolucionario que nunca. Colores estridentes visten e iluminan a cinco actores bizarros, dispuestos a desquiciarnos con un discurso anarquista, como inspirado en aquel texto de Wilhelm Reich, Escucha, pequeño hombrecito, para decir que en las “Grandes capitales culturales del mundo” no existe más que vacío. Con palabras como balas. Poesía como fecundación. Actos para asimilar que somos una mentira donde la verdad nunca se entiende. Estamos frente al discurso del caos.
Habíamos visto su Máquina Hamlet, del gran dramaturgo Heiner Müller, con las excepcionales actuaciones de Diana Fidelia y Roberto Blanco, en La Gruta del Teatro Helénico, en 2004. El personaje principal de Müller es un objeto: Escalera Metálica Industrial Modelo II A: un artificio para desquiciarnos. No hubo oportunidad de escribir unas líneas en aquel momento. Ahora, años después de aquel montaje, Alberto Villarreal reaparece con su propia pieza, El Plan B de la materia, de una fuerza reveladora como la poesía, bélica como solo la buena dramaturgia es capaz de generar en la conciencia de un espectador sensible. La mierda que negamos. La civilización que apesta a pseudomoral y religiones irracionales.
Cronicar lo visto es quitarles el privilegio de observar lo que el escenario mexicano ofrece hoy a los espectadores: un suceso extraordinario, un planteamiento radical de vida y pensamiento, un ataúd de conceptos establecidos como buenos frente a la posibilidad de cambiar para siempre y, acaso, conmover una vida que se hunde en el marasmo de democracias falsas. Un hito del siglo XXI ha logrado Alberto Villarreal con un texto para sus cinco actores: Tania Ángeles Begún, Rodolfo Blanco, Adriana Butoi, Renán Díaz Santos, Bernardo Gamboa y Mónica Gómez. Si cree que exagero vaya a corroborar y, si no le gusta por cobarde, aun así, le pago su boleto de entrada.

Se encontrará con los patines que usó Héctor Mendoza en Don Gil de las calzas verdes, imágenes perdidas en el inconsciente de quienes vieron Los insectos, de Julio Castillo, la irracionalidad de Luis de Tavira para dirigir a sus actores en Oficium tenebrarum, y Jesusa con la ópera para actrices en Don Giovanni. Pero, por sobre todas, la aparición de una voz poderosa y limpia, antigua y moderna: Alberto Villarreal que nos dice: el teatro no ha muerto. Viva el teatro.

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