Banco de pruebas y Lo peor no son los autores, memorias de su vida en el mundo editorial, son la prueba de su olfato para conseguir prestigio en el difícil mundo de los libros. Pero el patrimonio intelectual que forjó estos últimos 40 años se fueron a la borda por las grandes empresas trasnacionales, esas editoriales que publican demasiado, pensando exclusivamente en el comercio del libro, no en el prestigio de la obra. Ya lo advertían los editores “de antes”: la decadencia de un oficio en manos multinacionales.
Mario Muchnick (Buenos Aires, 1931), tras pasar por la emblemática Seix Barral y ver el proceso de cooptación de editoriales prestigiadas en manos de grandes empresas, se convirtió en editor independiente, con sello propio, igual que lo hiciera antes su padre, Jacobo Muchnik, de quien heredó el oficio. Creía que el siglo XXI iba a resucitar a editores de cepa, ser y estar cerca del nuevo escritor. Quedó malherido. Se acabó el sueño: un diario madrileño, El Confidencial, escribe de su desgracia: hasta tiene que abandonar el departamento en el que vive. Un animal en extinción avasallado por el marketing. Algo de su tragedia radica en sus recomendaciones: “No edites nada con preconcepto mercantil. Nunca juzgues un libro por sus valores comerciales”. Hoy el pensamiento es justamente lo contrario. Difícil posición en la que el negocio es lo que cuenta, así sea cultural. Pero Muchnik sigue creyendo que “la calidad termina por prevalecer”. Yo siempre lo he dudado.
Los que trabajamos en editoriales sabemos que la calidad desaparece, y lo demás son ilusiones. A veces lo mejor es retirarse a tiempo. Los mejores libros no circulan porque se imponen los best sellers. Basta mirar un aparador de libros para ver la basura que inunda el mercado; claro, son escasas, muy escasas las excepciones.
Los editores de antaño ya son viejos. No entienden nada del mundo actual. No lo digo como crítica, lo digo como realidad. Mario Muchnik, como tantos otros que se han o los han retirado, pertenece al pasado. Lo que sigue es un declive: las trasnacionales no perderán un quinto, con o sin editores. Han sabido adaptarse a las necesidades de un lector güevón, poco avezado, chismoso, atento a la gente bonita que le dice cómo ser mejor persona sin contenido.
La noticia de Mario Muchnik me dio dolor de estómago. Vive en una industria en agonía en España que alguna vez soñó con ser el escaparate de habla hispana y ha quedado en el pariente pobre de los latinoamericanos al alza.
En la próxima entrega les hablaré de las memorias de editores, cargadas de resentimientos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario