viernes, 10 de enero de 2014

En busca del libro perdido

Por: Braulio Peralta

Los editores de cepa perdieron la batalla. No me crea a mí: lea Tiempo de editores, de Xavier Moret, o Pasando página, de Sergio Vila–Sanjuan, y entenderemos por qué la industria editorial del mundo castellano perdió la posibilidad de abrir más ventanas  a la literatura y al pensamiento, porque el comercio, el mercado del libro encontró en consumidores de escasa cultura una forma de sentirse protegidos por el aura de la llamada “autoayuda”, o creerse informados con libros de “ocasión” sobre los sucesos de un país.

El libro no es lo que era cuando en el siglo XV apareció la imprenta, aunque se lea más que entonces: bastaría con revisar el libro de Gabriel Zaid, Los demasiados libros, para observar la crueldad de la historia del papel con letras. No quiero decir que lo hoy publicado sea resultado de sociedades más cultas. De ninguna manera. Sigue existiendo un segmento casi marginal de lectores avezados en literatura, frente a consumidores de libros casi sin autor, donde lo que importa es que sean famosos, ni siquiera que escriban decentemente. Bastaría darse una vuelta en librerías y checar las primeras páginas de esas “obras” para saber que no miento.

Lo historia que cuentan Xavier Moret y Vila–Sanjuan sigue su curso en el libro de Fernando Escalante Gonzalbo, A la sombra de los libros: la compra por grandes trasnacionales de editoriales pequeñas hoy casi desaparecidas en medio de un rimbombante nombre alemán, inglés, francés o desde luego español. El negocio en manos de unos cuantos. Monopolio de mercado a la alza, a pesar de la crisis editorial. Aun en la era digital, el libro es y seguirá siendo un negocio en el que los únicos perdedores serán los lectores cultos, los antiguos editores y autores que se han negado a entrar al negocio de las letras para consumidores.

Algo hicieron mal los editores de antaño, los mejores, los que inventaron un negocio que a algunos de ellos los llevó a la ruina —no a todos—, y tuvieron que vender su editorial o perdieron la energía con los años y decidieron liquidar su empresa. Digo que hicieron mal un negocio redituable porque fueron incapaces de subirse al mundo donde el marketing es la panacea de la globalización. El marketing no es el diablo: es un instrumento para capturar lectores de todo tipo, cultos o no, pero con la intención de crecer un mercado editorial. El error de aquéllos editores y autores es satanizar al mercado y al marketing, como si no fueran importantes esos consumidores de letras sin ton ni son —incultos, sí—, pero muchos de ellos serán algún día capaces de ir más allá que pedir autoayuda…

Todo prejuicio corroe y mata. El triunfo del factor humano es un título de Reinhard Mohn, heredero de Bertelsmann. Se trata de estrategias para gestionar libros. No está mal darle una leída: Los editores y autores sobre literatura y pensamiento tendrían que vislumbrar su futuro. Darnos la oportunidad de ir a la búsqueda del libro perdido

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