viernes, 7 de marzo de 2014

El cerebro de los Pérez Gay

                         A Lilia Rossbach

Siempre me resultó difícil José María Pérez Gay como escritor, hasta que leí El cerebro de mi hermano, de Rafael Pérez Gay. Saber que el primero fue asesor, “secretario de relaciones exteriores” —y “hermano” de Andrés Manuel López Obrador, cuando el segundo era detractor del político, la curiosidad me llevó a leerlo. Más que el duelo entre ellos por diferencias de la vida nacional, me atrapó la historia cargada de aforismos y metáforas dignas de la mejor literatura. En México no se había escrito un libro tan intenso en la relación de amor/odio de dos hermanos que, además, competían como escritores.

No hay literatura si no hay tragedia humana. El cerebro de mi hermano es una obra en la que se debaten ideas. Dos hermanos que se confrontan, primero en la literatura, y después en la política. Un libro ejemplo de la división que vive México desde las elecciones de 2006, y lo que siga. Rafael Pérez Gay acude al campo de las razones para crearle al lector —no describirle—, una atmósfera donde la muerte ronda a su hermano. Una obra que guiña a quien lo lea, continuar con más libros después de concluir las páginas de este testimonio/ ensayo/ biografía emocional—más que un simple “informe” del final de una vida.

No puede compararse al libro de Pérez Gay con el de Paul Auster, La invención de la soledad, o Philip Roth con Patrimonio, porque narran la historia de sus padres con ellos, los escritores. La relación entre hermanos es de otra dimensión humana. Ni siquiera cabe la pregunta si El cerebro de mi hermano es o no literatura: cuando la realidad se rebasa con la palabra escrita, inicia la ficción. Como el caso de Esa visible oscuridad, de William Styron: recordarlo y decir que, cuando los demonios de la depresión arriban a casa de los Pérez Gay por la batalla a muerte, Rafael lo convierte en un libro donde la verdad ya no importa.

No es un texto triste como suele ser la vida: es literatura donde la ironía y la risa acompañan al lector, como apaciguador inteligente del dolor. Un libro racional, poco emocional, que hace reflexionar lo trágico de las enfermedades del cerebro. Dicen por ahí que los escritores siempre traicionan a la familia al contar intimidades. No estoy seguro: la pluma fiera de Rafael Pérez Gay dirige sus dardos con razones para superar imponderables, él, que ha vivido el trance de superar el cáncer y varias muertes (como en su otro libro, Nos acompañan los muertos). Quien supera la realidad es un verdadero escritor, y éste es un himno sin alabanzas, con verdades literarias sobre la vida pública y privada de José María Pérez Gay, que terminó siendo más conocido como político que como filósofo y escritor.

Un retrato desnudo de dos hermanos amantes de la literatura. Donde la ficción podría empatar con la realidad, como si todo lo escrito en El cerebro de mi hermano fuera cierto.


Reintentaré en algún momento leer a José María Pérez Gay.

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