Leí Letras
Libres y me encantó que Guillermo Sheridan publica un adelanto del ensayo
sobre la vida amorosa de Octavio Paz, Elena Garro y Bona de Pisis. Al final del
texto leí: “Epílogo a un ensayo sobre las cartas de Octavio Paz a Elena Garro,
de próxima publicación”. Publiqué feliz
y entusiasmado en el Facebook y el Twitter: “Por fin se publican las cartas de
Paz sobre Elena Garro...” El mismo día Sheridan me aclaró que era un error y
reconocía que efectivamente, por la redacción, podía pensarse que las cartas de
la Garro irían junto con el ensayo. Pues no. Uno se pregunta por qué.
Imposible un centenario de Paz sin su vida con
Elena Garro, en el periodo de gran creatividad del poeta y el crecimiento de
ella como gran escritora. Sé de las cartas porque alguna vez me las dio un
primo de Helena Paz, con la intención de publicarlas en un libro.
—Debemos tener el permiso de ambas partes, los
herederos de Octavio Paz y los de Elena Garro —Dije.
—Imposible: Helena Paz Garro quiere que se den a
conocer. Pero la otra parte, no— Respondió.
—Sin las dos firmas de consentimiento, imposible
—contesté.
Las cartas originales ya no están en México. La
hija de Paz y Garro las vendió a un particular, aunque los derechos de
publicación siguen siendo de los herederos.
¿Por qué son importantes esas cartas? Porque en
ellas, la palabra de Paz es la de un enamorado. O como escribe ahora en Letras Libres Guillermo Sheridan
que, al escribir Paz un ensayo de López Velarde, veladamente estaba escribiendo
su propia autobiografía en torno a Elena Garro. Así como el poeta de Jerez
amaba a Fuensanta y Margarita Quijano, Paz contaba subrepticiamente su historia
con Elena y Bona de Pisis, su amante parisina posterior al divorcio con la
Garro.
El caso de Bona de Pisis lo contó Angélica
Abelleyra en Se busca un alma, retrato
biográfico de Francisco Toledo: ella era pareja de Pieyre de
Mandiargues, amante de Octavio Paz, primero, y después del artista juchiteco en
sus años en París. Razón por la cual Paz nunca escribió una línea de Toledo: el
poeta los presentó. Este reportero apenas pudo sacarle unas líneas en
entrevista:
—En París me entusiasmó su aparición. Tuvo algo
de milagroso en el mundo de aquellos años. Su pintura me gusta mucho… Yo creo
que los muralistas, sobre todo Diego Rivera, tenían una comprensión
intelectual, pero no profunda ni emocional como la que tuvo Tamayo. En el caso
de Toledo son más visibles la extrema modernidad y la extrema antigüedad de
Toledo… En él se mezclan sus intereses por las artes primitivas de otras
culturas, no solo de la mexicana… Temo decir una banalidad. Preferiría escribir
algo y no dar opiniones de tipo periodístico… Es un temperamento de una gran
originalidad.
No existe biografía total si no se une el
rompecabezas, viendo al poeta como el ser sensible, en sus aciertos y errores
humanos, y en sus enormes hallazgos literarios, producto de una vida plena, al
final, con Marie José Paz.
Esperemos los libros del Centenario de Paz.
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